COMARCA DE LA MORAñA
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Ocupa casi la mitad norte de la provincia, formando parte de la Meseta Castellana. La Moraña es un mar infinito de tierras llanas, normalmente sembradas de cereales que se extienden más allá de donde abarca la vista. Este paisaje a veces se interrumpe con bosques de pinos y alamedas alrededor de ríos y arroyos, otras con campos de girasoles. En el otoño las tonalidades de color resultan de una belleza abrumadora. Avutardas, ansares, gangas y ortegas planean a placer. Forma parte de la cuenca sedimentaria del Duero y limita al sur con las primeras estribaciones del sistema Central. Su altitud oscila entre los 800-900 m. Sobre el nivel del mar. Su clima es continental: inviernos muy fríos y veranos muy calurosos.
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Hablar de la Moraña es hablar con mayúsculas del Arte Múdejar, y también de la Historia; se encuentran las huellas ineludibles de nuestras tres culturas –judíos, moros y cristianos– y las que dejaron impresas dos universales personajes abulenses: San Juan de la Cruz (Fontiveros) e Isabel la Católica (Madrigal de las Altas Torres, motivo por el que muchos identifican esta comarca como ruta Sanjuanista-Isabelina.
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Es la Moraña una comarca para recorrer sin prisa y para permitir las cuantiosas sorpresas que deparan tal profusión de edificios exquisitos de cal y adobe, las bellísimas iglesias mudéjares presentes hasta en los más pequeños pueblos, y la inmensidad de sus paisajes (amarillo, azul, verde). Además de Arte e Historia, la Moraña ofrece actividades tan atractivas como la observación de aves acuáticas en zonas lacustres, lagunas de El Oso (con observatorios instalados) y de aves esteparias, la visita a Centros de Interpretación de la Naturaleza, en los que aparecen representados todos los habitats de la comarca abulense de la Moraña (declarada zona de especial protección para las aves, ZEPA), uno de estos centros se encuentra en Madrigal de la Altas Torres, otro en Arévalo donde también se puede visitar el Museo del Cereal –ubicado en su impresionante Castillo–, la posibilidad, para los amantes del deporte, de practicar el ciclismo y , sobre todo, de comer muy muy bien, ya que la gastronomía de la zona brinda cualquier plato típico de la cocina castellana, pero sobre todo el afamado y delirante cochinillo de Arévalo, los deliciosos quesos de Palacios de Goda, y legumbres de la zona –mención especial merece el cocido morañego–, eso sí, todo regado con los mejores vinos. Sin duda una excelente combinación en esta ruta de turismo rural.
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Arévalo es la capital de la comarca y la cuna del múdejar. Paseando por sus calles es fácil presentir la vida que albergó la villa, la fuerte presencia de los árabes. Ante los ojos del visitante desfilaran joyas como las Iglesias de San Martín, Sta. María la Mayor, San Nicolás, San Juan, Sto. Domingo, la Iglesia del Salvador, la casa de los Sexmos, el Palacio de los Sedeños y el Castillo. Aunque quizá su mayor encanto radique en sus plazas; la de la Villa (piedra y madera), la del Arrabal y la del Real. A las afueras un verdadero tesoro múdejar: la Iglesia de la Lugareja. Pasear por las calles y plazas de esta villa resulta todavía más atractivo por la gran profusión de restaurantes y mesones para regalar placeres al paladar y al estómago.
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Mención especial debe hacerse en esta comarca a Madrigal de las Altas Torres, cuna de Isabel la Católica, del Obispo Alonso de Madrigal, de Vasco de Quiroga (el padrecito de los indios de Michiocán), y lugar por el que paseo sus últimos días Fray Luis de León. Esta villa está llena de gratas sorpresas: El palacio de Juan II, la capilla del Cristo, las Iglesias de Sta. María del Castillo y de San Nicolás... una vez más, la esencia del lugar impregnará al viajero cuando se vayan recorriendo y visitando sus calles.
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